Bronce en La Mancha (Cultura de las Motillas)
Visitaremos en este viaje algunos de los yacimientos arqueológicos del Bronce manchego, periodo fechado por radiocarbono desde antes del 2000 a.n.e. hasta el 1200 a.n.e., y contemporáneo de sus vecinos el Bronce levantino y el Bronce argárico.
El Bronce en La Mancha se caracterizó por varios aspectos, entre ellos el desarrollo de una extensa red de asentamientos – motillas, morras, castillejos y castellones- la mayoría de los cuales fueron fortificados, y ubicados cerca de cursos de agua o lagunas, debido quizá al desarrollo del evento climático 4,2 ka BP (2350–1850 cal AC), caracterizado por una aridez extrema.
Eran grupos humanos sedentarios, que basaban su economía en la ganadería y la agricultura, y que ocuparon el territorio de las actuales tierras manchegas y algunas de las que las rodean, como los Montes de Toledo y gran parte de la actual Comunidad Autónoma de Madrid.
Visitaremos el Museo de Ciudad Real, que conserva buena parte de la cultura material de los yacimientos a visitar, con su director Ignacio de la Torre; los yacimientos del Castillejo de Bonete y el Túmulo de Bocapucheros, acompañados por el Pfr. Luis Benítez de Lugo; el Museo de Daimiel y la Motilla del Azuer, con el arqueólogo Miguel Torres; el Cerro de la Encantada, y si nos diera tiempo después de subir y bajar por esos cerros, tenemos preparada también la visita al Volcán de Cerro Gordo para conocer la geología del lugar.
En esta ocasión habrá que andar mucho, y subir y bajar cerros, así que ir preparando buenas botas, bastón, agua y gorra.
Crónica del viaje «Bronce de La Mancha»

Grupo de viajeros en La Encantada, con Luis Benítez de Lugo (foto Andrés Carretero)
En la apacible tarde primaveral del viernes 25 de abril, con la ilusión propia de un comienzo de viaje y las ganas de reencontrarse con los buenos amigos de la asociación, fuimos apareciendo por la gran puerta de hierro de la verja del MAN para dar inicio a nuestra escapada arqueológica de tres días a los yacimientos y restos materiales de la cultura del Bronce de La Mancha. En mi caso, este viaje me proporcionaba el disfrute añadido de volver a visitar lugares que ya había conocido en unas jornadas sobre la Oretania organizadas en el municipio de Granátula de Calatrava (Ciudad Real), allá por mayo del 2018.
Ya a bordo del autocar, en animadas charlas o quedas conversaciones, recorrimos de seguido el trayecto hasta Ciudad Real, cuyo Museo Provincial iba a ser nuestra única visita vespertina. El Museo de Ciudad Real ha sido el último de los museos provinciales españoles en abrir sus puertas al público. La mayoría de los museos provinciales datan del s. XIX, pero este de Ciudad Real fue inaugurado en 1982. Nos dio la bienvenida su director, José Ignacio de la Torre Echávarri, quien nos condujo por las diferentes salas de la sección de Arqueología, ilustrándonos con detalladas explicaciones, y entretenidas anécdotas, sobre algunas de las piezas más destacadas. José Ignacio estuvo acompañado por el profesor Luis Benítez de Lugo Enrich, director de las excavaciones en Castillejo del Bonete y Bocapucheros, los dos yacimientos que visitaríamos a la mañana siguiente, y sobre los que nos fue anticipando algunas pinceladas.

Luis y José Ignacio en el Museo de Ciudad Real (foto Cristina Utasá)
De entre lo mucho notable que nos fue mostrando José Ignacio, yo destacaría, en selección muy personal, las siguientes piezas: el gran jarrón almohade de cerámica vidriada hallado en Alarcos, la espada de hierro de Villanueva de la Fuente, incautada por el Seprona, las estelas del Bronce Final, los útiles y calderilla de un taller de falsificación de moneda del s.XIV, que funcionó clandestinamente en el castillo de Alarcos, y que permite documentar toda la cadena operativa empleada por los falsificadores, la reconstrucción facial de un cráneo hallado en Castillejo del Bonete, y al que han bautizado como Luciano, …
Abandonamos Ciudad Real para dirigirnos hacia Almagro, ciudad en la que nos alojábamos. La casualidad quiso que el hotel que me tocó en suerte, el Retiro del Maestre, fue el mismo en el que me alojé en mi visita del 2018. Dejados los equipajes y acicalados los cuerpos, nos fuimos dirigiendo en pequeños grupos a disfrutar de un piscolabis en alguno de los numerosos locales que salpican la preciosa Plaza Mayor de Almagro y alrededores.
A hora temprana del sábado 26, y ya bien desayunados, abordamos el autocar para dirigirnos al lugar en el que recogeríamos a Luis Benítez, quien iba a ser nuestro guía en las dos visitas matutinas; esta empresa se llevó su tiempo pues el conductor no parecía atinar con la ruta, y entre los viajeros cundía la confusa sensación de estar pasando repetidas veces por los mismos sitios.
Nuestro primer destino era el yacimiento del Castillejo del Bonete, en el término municipal de Terrinches, cuya alcaldesa, Ana Isabel García Jiménez, tuvo el detalle de recibirnos a nuestra llegada y de acompañarnos durante toda la visita.

Castillejo de Bonete, con la alcaldesa de Terrinches (foto Belén Martínez)
El yacimiento de Castillejo del Bonete constituye una novedad con respecto a los dos tipos que tradicionalmente habían caracterizado la investigación sobre el Bronce de la Mancha: las motillas, asentamientos en llanura, y los castellones, asentamientos en altura.
Castillejo del Bonete es el nombre con el que se conoce a un cerro situado en el límite meridional del Campo de Montiel, desde cuya cima se disfruta, hacia al sur, de visibilidad completa sobre el territorio hasta alcanzar la línea del horizonte. El yacimiento consiste en una cueva natural sobre la que se construyó un complejo tumular con corredores abocinados que estarían orientados astronómicamente. La propia cueva dispone de una serie de galerías naturales en las que también se intervino levantando algunas estructuras (muros de mampostería, machones, …), y en las que han aparecido restos humanos y pinturas de arte esquemático. El acceso a la cueva se realizaba desde el centro del túmulo principal, pero quedó sellado por derrumbes ya en la Edad del Bronce. En nuestra visita vimos los túmulos y corredores, así como alguna estructura alargada aneja, pero no descendimos a la cueva.

Castillejo del Bonete (foto José Luis Poveda)
Además de en las galerías de la cueva, también han aparecido huesos humanos en los túmulos y su entorno. Tanto dentro como fuera de la cueva, la gran mayoría de estos restos se han hallado en disposición secundaria. Entre los escasos restos que muestran conexión anatómica destaca el caso de una tumba doble junto al túmulo principal, sobre la que Luis Benítez nos llamó la atención, ya que encima de la misma se había prendido una hoguera, presumiblemente como parte de un ritual funerario.
Según nos explicó Luis, diversos estudios paleohidrogeológicos habían permitido descartar el uso de la cueva tanto para la extracción de mineral como para la captación de aguas subterráneas, dos de las hipótesis inicialmente planteadas. Aun perteneciendo el Campo de Montiel a la misma área cultural del Bronce de La Mancha, no existen en él motillas porque, dada la dureza de sus estratos de calizas, el acceso al acuífero se hace mucho más difícil que en el occidente manchego.
Tanto la falta de funcionalidad de la cueva como fuente de recursos, como la marcada orientación hacia el solsticio de invierno del conjunto, sustentarían la hipótesis de que el yacimiento hubiese sido un centro de carácter funerario y ceremonial en el que se depositaban los cuerpos de algunos personajes principales. Pasado un tiempo, con cierta periodicidad, o quizás coincidiendo con algún evento astronómico concreto, los restos de alguno de estos cuerpos habrían sido reubicados en otro lugar del complejo siguiendo algún tipo de rito o ceremonia.
Castillejo del Bonete constituiría, entonces, un tercer tipo de asentamiento del Bronce de La Mancha: el de un centro funerario y ceremonial con significación astronómica. Atendiendo a este último criterio, Castillejo del Bonete presenta marcadas orientaciones equinocciales y solsticiales, siendo especialmente importante la del orto del solsticio de invierno. En efecto, no sólo uno de los corredores del túmulo principal presenta esta orientación, sino que la Peña del Cambrón, el relieve más notable del horizonte visible desde el Castillejo del Bonete, marca nítidamente la salida del sol en el solsticio de invierno.

Castillejo del Bonete, túmulo principal (foto Carmen Cabrera)
Tras despedirnos de la amable alcaldesa subimos al autocar para dirigirnos hacia el siguiente enclave. El conductor no parecía acabar de orientarse, aunque al final, tras algunas vacilaciones y cambios de ruta, consiguió acercarnos a las proximidades del cerro sobre el que se sitúa el yacimiento de Bocapucheros. Después de un arranque de primavera muy lluvioso, el campo se mostraba exuberante, poblado de abundantes manchas de flores. Algunos de los viajeros eligieron la ruta «difícil», la de mayor pendiente, para ascender a la cumbre, mientras que otros nos inclinamos por la más larga y, aparentemente, más suave, aunque tampoco desprovista de peligros.
Según Luis Benítez nos explicó, Bocapucheros presenta muchas similitudes con Castillejo del Bonete. En ambos casos existe una cueva natural previa, si bien en Bocapucheros se encuentra en la base del cerro, sobre la que se construye un complejo monumental, formado por túmulos y corredores, que por un lado goza de gran visibilidad sobre el entorno y, por otro, es claramente visible desde este, constituyendo un importante marcador territorial. En ambos casos se entierra en ellos a un pequeño número de personas, y ambos carecen de poblados asociados. En ambos, además, parecen ser relevantes determinadas orientaciones astronómicas.
Se aprecian en Bocapucheros tres túmulos, cada uno con su cámara y su corredor de acceso. El corredor del llamado «túmulo 1» es, con mucho, el más largo de los tres, y es el que proporciona acceso general al conjunto. La cubierta de este «túmulo 1», construida, como las de los otros dos, por aproximación de hiladas, se desplomó sobre la cámara, de la que sólo se conserva la entrada. Los otros dos túmulos conservan cámara y entrada adintelada.
A diferencia de Castillejo del Bonete, los tres corredores de Bocapucheros están marcadamente orientados al sur. El corredor del túmulo central, el «túmulo 2», apunta, con una pequeña diferencia angular, al punto cardinal sur, mientras que los otros dos lo hacen a puntos situados simétricamente en torno a este. Se da la circunstancia de que en el segundo milenio a.n.e., época en la que estuvo en uso el complejo, la constelación de la Cruz del Sur se levantaba sobre el horizonte de Bocapucheros y era visible en el cielo nocturno algunas semanas del año. Cuando esto sucedía, la constelación asomaba por la zona del horizonte señalada por el corredor del «túmulo 3» y se ponía por la señalada por el corredor principal, es decir, el del «túmulo 1».

Bocapucheros (foto Jerónimo Limon)
A diferencia de Castillejo del Bonete, en el campo de Montiel, con sus orientaciones solsticiales, en el campo de Calatrava es la orientación sur la que parece tener un significado especial: esto no sólo se aprecia en Bocapucheros, sino también en el cercano Cerro de la Encantada, yacimiento que visitaríamos al día siguiente, y en el que la gran mayoría de los inhumados fueron enterrados mirando al sur.
Descendimos del cerro para volver al autocar y regresar a Almagro, donde comimos en una sala reservada del restaurante Marqués, en plena plaza Mayor. El de la comida es siempre un tiempo agradable en el que reponer fuerzas y comentar con los amigos el transcurso de la mañana.
Después de un apacible trayecto, como conviene tras la comida, llegamos a la entrada del yacimiento de la Motilla del Azuer. Visitamos la motilla repartidos en dos grupos, uno guiado por Miguel Torres Más, arqueólogo del Ayuntamiento de Daimiel y responsable de la gestión del yacimiento, y otro dirigido por una colaboradora suya. La Motilla del Azuer puede muy bien ser considerado el monumento más representativo del Bronce de La Mancha, cultura a la que, de hecho, también se conoce con el apelativo «de las Motillas».

Motilla de Azuer, explicaciones de Miguel Torres (foto Concha Papí)
Las motillas son emplazamientos en llanura que se habrían levantado durante un periodo prolongado de sequía, con desaparición de los cursos de agua superficiales, que estuvo muy posiblemente relacionado con un episodio climático de extrema aridez, conocido como «Evento 4.2», que habría comenzado a finales del tercer milenio a.n.e. Las motillas no son sino captaciones de agua subterránea, posiblemente los pozos más antiguos de la Península Ibérica, que se erigieron sobre los cauces y lechos secos de ríos y lagunas. Las calizas del Campo de Calatrava son blandas, a diferencia de lo que sucede en el Campo de Montiel, y permitieron el acceso a la capa freática, del hoy conocido como acuífero nº 23, con la tecnología disponible en la época. Los llamados «patios» de las motillas, por su semejanza con el patio de las fortalezas que se suponía remedaban, han resultado ser bocas de pozos.
La del Azuer es la mejor conocida de las motillas. Su estudio inicial corrió a cargo de la Universidad de Granada, que comenzó las excavaciones en 1974 y las prolongó hasta 1986. Las investigaciones se retomaron durante la primera década del s. XXI, promovidas por la Junta de Castilla-La Mancha. En la actualidad es el Ayuntamiento de Daimiel el responsable de los trabajos que se llevan a cabo en el monumento y de la gestión del mismo.
En la visita accedimos al interior de la motilla por la puerta acodada de su muralla, transitamos los corredores, llegamos a lo alto de la torre y nos asomamos al pozo, ahora seco pero totalmente inundado hace poco más de una década. Recorrimos después el perímetro exterior, deteniéndonos en las estructuras del poblado que se situaba fuera del recinto defensivo, y para el que se estima una población de no más de 150 personas. Es en estas zonas de habitación en las que se han desarrollado los trabajos de las últimas campañas, y en los que han aparecido algunos cuerpos, depositados en fosas simples, en posición fetal y con ajuares mínimos, o inexistentes. Es aún muy importante la superficie del poblado extramuros que queda por excavar. La visita finalizó en la casa con función de centro de interpretación, una construcción, en mi opinión, situada demasiado próxima al monumento por el impacto visual que genera.

Motilla de Azuer (foto Jesús Sánchez)
A continuación nos dirigimos a Daimiel, adonde llegamos con el tiempo justo para una breve visita a su Museo Comarcal, en el que se muestra material expositivo que complementa la visita a la motilla. De nuevo nos dividimos en dos grupos, y mientras uno recorría la planta semisótano, en la que se ubica la sección de Prehistoria, el otro hacía lo propio con la muy reseñable muestra de piezas cerámicas de la colección Vicente Carranza, coleccionista natural de Daimiel. Hubo incluso quien se aventuró hasta la planta alta para visitar la sección dedicada al arquitecto Miguel Fisac, también nacido en Daimiel, y uno de cuyos trabajos, un edificio de viviendas, pudimos ver al transitar por la plaza de Santa María en nuestro paseo de vuelta al autocar que nos habría de llevar de regreso a Almagro, para unos bien merecidos refrigerio y descanso.
En la mañana del domingo 27, y ya con las maletas en el autocar, emprendimos viaje hacia el Cerro de la Encantada, prototipo de asentamiento en altura del Bronce de La Mancha. Para llegar hasta el yacimiento dimos un agradable paseo, por una senda de kilómetro y medio, y escasa pendiente, en una mañana primaveral, fresca y luminosa. Este yacimiento trae muy buenos recuerdos a algunas de nuestras queridas compañeras de la asociación, quienes, siendo aún más jóvenes, estuvieron en él excavando. En la visita nos acompaña de nuevo Luis Benítez.
Este yacimiento fue excavado sin interrupción entre los años 1977 y 2009 por los profesores José Lorenzo Sánchez Meseguer y Catalina Galán Saulnier de la Universidad Autónoma de Madrid.
El yacimiento corresponde a la tipología de poblado en altura, fuertemente amurallado, en el que se desarrolla actividad metalúrgica y que dispone de un amplio control sobre las vías de comunicación y el territorio circundante. Además del área perimetrada por la línea de muralla dispone de otras estructuras extramuros. El yacimiento consta de un algibe natural, al que se conoce como Cueva de la Encantada, que es el que le da el nombre.

Cerro de la Encantada (foto Cristina Utasá)
Ya en las primeras campañas se localizaron estructuras a las que se pudo atribuir un carácter ritual, algunas asociadas a enterramientos, y para las que los investigadores propusieron el nombre de «Complejos de culto». En uno de estos, el «Complejo 7», se documentó un ejemplar de «cuernos de la consagración» minoicos, que ha permitido postular vínculos entre el Cerro de la Encantada y el área cultural del Mediterráneo Oriental. Hasta la fecha se han localizado casi un centenar de sepulturas, la gran mayoría intramuros, y de muy variadas tipologías. En torno a una cuarta parte de estas corresponden a individuos infantiles.
A pesar de su tremendo potencial, pues apenas ha sido excavado en una pequeña parte, el Cerro de la Encantada se encuentra, lamentablemente, en estado de abandono. El yacimiento es propiedad particular, y las administraciones dejaron pasar en su momento la oportunidad de expropiarlo en buenas condiciones.

Grupo en La Encantada (foto Carmen Sáinz)
La última visita del domingo, y por ende del viaje, fue al volcán llamado Cerro Gordo. Se ha propuesto que el hecho de que el Campo de Calatrava sea una zona de reseñable actividad volcánica, pudo haber dotado a esta comarca, en tiempos prehistóricos, de un carácter sagrado. Nuestro guía en Cerro Gordo fue Juan Manuel Donoso Gómez, a quien ya había conocido en las jornadas oretanas del 2018, y a quien tuve el gusto de volver a saludar. Juan Manuel es arqueólogo, técnico en geología y técnico de turismo del Ayuntamiento de Granátula de Calatrava, en cuyo término municipal se encuentra el Cerro de la Encantada. Además, y en cuanto que arqueólogo, ha participado en campañas de excavación tanto del propio Cerro de la Encantada como de Bocapucheros.
Lafarge, la empresa titular de la explotación minera de Cerro Gordo, cedió en 2011 una superficie de 2.000 m2, de terrenos ya excavados, para la creación de un espacio didáctico-museístico (con centro de recepción, pasarelas y cartelería). Juan Manuel nos ilustró en detalle sobre la historia geológica de la zona, los tipos de roca que en ella se encuentran y las posibilidades de explotación económica de las mismas.

Cerro Gordo (foto Andrés Carretero)
Volvimos a Almagro para comer de nuevo en Marqués, y emprendimos el regreso a Madrid. Tras un viaje sin contratiempos nos hallamos de nuevo en la calle Serrano, frente al MAN, esta vez para despedirnos de los queridos compañeros viajeros, deseándonos próximos reencuentros, con el buen sabor que deja un viaje estupendo, muy bien organizado, y las muchas ganas de volver a emprender otro.
Jesús Sánchez García, socio nº 346

