Fortificaciones medievales de Madrid
Mucho más que “esqueletos de un glorioso pasado”
Gigante sombrío, baldón de Castilla,
Castillo sin torres, almenas, ni puente (…)
Tú estás en el valle, cadáver podrido,
Guerrero humillado que el tiempo ha rendido,
Tu historia y tu nombre yaciendo en olvido.
José de Zorrilla (1837)
La Comunidad de Madrid cuenta con un buen número de castillos construidos a lo largo de su historia. En esta jornada visitaremos algunos ejemplos representativos de distintos momentos del período medieval.
Los ríos Lozoya y Jarama forman un pasillo orográfico que durante la Edad Media fue uno de los principales ejes de comunicación entre ambas mesetas (aún lo es hoy), de gran importancia estratégica por su centralidad primero en la región fronteriza andalusí de la Marca Media (siglos VIII-XI), protegida por una extensa red de atalayas de vigilancia, y después en la retaguardia de ese vasto territorio de repoblación castellana conformado por la Mancha y el valle del Guadalquivir (siglos XII-XIV), con sus villas cercadas de realengo o señorío (particularmente en las encomiendas militares) a menudo dominadas por los alcázares feudales. Por último, fue también escenario del proceso de señorialización tardío de todo este territorio, encarnado por un buen número de residencias fortificadas erigidas por las casas nobles, en la etapa de inestabilidad política (siglo XV) que precedió a la imposición de la monarquía absoluta, la conquista del último reino andalusí, la expansión ultramarina y el nacimiento del Estado moderno.
Recorrer este espacio geográfico y detenernos en algunos de los vestigios fortificados de esas etapas es por tanto una excelente oportunidad para igualmente transitar ese largo periodo de nuestra historia y entender cómo, frente a la imagen estereotipada, monolítica y desprovista de matices que tenemos del Medioevo, según la cual fue un tiempo fronterizo, bélico y oscuro, también fue una época de transformaciones e innovaciones, de una gran diversidad social y cultural y también de florecimiento del pensamiento y las artes (al resguardo de esos sobrios paredones), del que nos hablan, sin salir de este valle, la escuela filosófica y matemática de al-Talamanqí, la poesía del Marqués de Santillana, señor de Buitrago, o los estudios impulsados por el torrelagunero Cisneros.
Pero, sin salirnos del ámbito específico del conflicto y de los dispositivos defensivos, veremos también que este legado está a su vez caracterizado por la diversidad, que no todas las fortificaciones, más allá de ciertas notas comunes, son iguales, y que su distribución y su morfología respondieron en cada momento a necesidades estratégicas y políticas diferentes, sin olvidarnos de que hemos de “leerlas” desde otras semánticas: como expresión de capacidad económica y técnica, como herramientas jurídicas y sobre todo como plasmación de poder y “fortaleza”.
Atalaya de Venturada
La primera parada de este viaje por la Edad Media nos lleva a “reconocer” la atalaya de Venturada (junto a la autovía de Burgos, cuántas veces no habremos pasado a su lado sin reparar en ella ni conocer su relevancia), una de las más de cincuenta que llegaron a jalonar la frontera de la Marca Media en el siglo X (al menos seis en el Jarama, cuatro de ellas conservadas).
Atalaya y recinto de repoblación de Torrelaguna
La segunda parada la realizamos en la villa de Torrelaguna, cuyo origen, como su nombre indica, estuvo en la agregación de un asentamiento de repoblación castellana en torno a una atalaya andalusí, hoy desaparecida. Con el tiempo, la villa floreció gracias a su situación en la ruta del norte y a su ubicación a resguardo de los vientos septentrionales, obtuvo fuero y se protegió con un sencillo recinto amurallado del que aún se conservan algunos tramos y la puerta del Cristo de Burgos. En la colegiata yace el más notable hijo de esta localidad: el Cardenal Cisneros.
Muralla de Buitrago y alcázar de los Mendoza
La tercera parada tiene como objeto recorrer la villa de Buitrago, un lugar estratégico junto al paso del Lozoya (hay restos de un puente romano bajo las aguas de la presa que lleva el significativo nombre de Puentes Viejas), que quizás pudo hacer de enlace en época andalusí con la frontera norte y la posición avanzada de Sepúlveda, algo para lo que aún no se han encontrado pruebas arqueológicas fehacientes. En cualquier caso, más tarde se convirtió en una villa castellana de cierta importancia de lo que da fe su poderoso recinto amurallado, para recaer más tarde en los territorios señoriales de la Casa del Infantado, que erigió en uno de los ángulos de ese recinto un flamante alcázar mudéjar con un fastuoso patio plateresco que podemos imaginar gracias a los restos conservados en lo que luego se convirtió en la plaza de toros del pueblo. Nos acompaña en esta parada Juan José Cano, uno de los arqueólogos que mejor conoce este enclave.
El castillo señorial de los Zapata en la Alameda
La cuarta y última parada nos devuelve a las inmediaciones de la capital, a uno de sus barrios periféricos, otrora aldea señorial de los Zapata, quienes construyeron una “casa-fuerte” en su feudo que luego transformaron en villa de recreo, precedente de otras posteriores muy conocidas y también situadas junto a la carretera de Alcalá, y que hoy podemos disfrutar como espacios públicos: los “recreos” de la Duquesa de Osuna, de Torre Arias o de los Molinos. Las excavaciones arqueológicas, la posterior consolidación arquitectónica y la musealización de lo que hasta hace unos años eran unos vestigios apenas reconocibles en un “descampado” nos permiten disfrutar igualmente ahora de este castillo que nos habla de la evolución de la nobleza castellana entre la caballería militar de la Edad Media y la aristocracia urbana y cortesana de la Edad Moderna.
Presentación del recorrido guiado por Fernando Sáez, autor de
“Centinelas de piedra: fortificaciones en la Comunidad de Madrid” (2006) y de la guía
“Castillos de Madrid” (2014) y coordinador de
“El castillo de la Alameda” (2016), entre otras publicaciones
Crónica del viaje

Grupo de viajeros 20 de marzo

Grupo de viajeros 10 de mayo
En este viaje, guiados por Fernando Sáez Lara, y con la participación de María José Mendoza y Juanjo Cano en Buitrago del Lozoya, nos infiltramos en las defensas de la Marca media del Califato y exploramos algunos ejemplos representativos de las fortificaciones medievales de la provincia de Madrid. Nuestros guías y acompañantes han excavado e investigado durante años en estos lugares, así que estuvimos en las mejores manos para conocer una parte de la Edad Media madrileña.

Atalaya de Venturada (foto José Luis Poveda)
La primera etapa de nuestro viaje fue la visita a una de las más de cincuenta atalayas que defendían la marca media del califato árabe en el siglo X, la Atalaya de Venturada. Esta formaba parte de una red de torres de vigía que flanqueaban los valles del Jarama y Lozoya para protegerlos de incursiones desde la meseta norte.
La marca media es como se denomina el sector de la frontera de Al-Ándalus que recorría el tramo medio del Sistema Central y una de cuyas fortalezas era Madrid, aunque no la más importante por entonces. Las atalayas formaban una red especialmente densa en los pasos más fáciles hacia la submeseta sur, estaban visualmente enlazadas y entre ellas se daban señales de alarma y se podían proteger los centinelas.
De esta red de atalayas, se conservan al menos cuatro en el Jarama. Otra de ellas se encontraba en la localidad cercana de Torrelaguna, nuestra siguiente etapa. Aunque ahora no quedan restos de ella, hay grabados antiguos que muestran que estaba situada cerca del ábside de la iglesia parroquial.

Restos de la fortaleza de Torrelaguna (foto Jose Luis Poveda)
Torrelaguna es una ciudad de repoblación castellana que construye un recinto fortificado alrededor de esta atalaya (a lo que alude su nombre). Recorrimos los lienzos de muralla que aún quedan en pie, así como la plaza de la localidad, que cuenta con una iglesia ampliada por el cardenal Cisneros, natural del lugar.

Fortaleza de Torrelaguna (foto José Luis Poveda)
En esta iglesia fue enterrado el poeta Juan de Mena, quien murió en la ciudad cuando estaba de paso. Aunque su amigo el marqués de Santillana decidió hacerle un monumento funerario, este no se llevó a cabo y hoy solo queda una inscripción del siglo XVIII, copia de la original, con el epitafio siguiente:
feliz patria dicha buena
escondrijo de la muerte
aquí le cupo por suerte
el poeta Juan de Mena.
Por desgracia la iglesia estaba cerrada y no pudimos ver el interior: para la próxima queda.
A continuación nos desplazamos a ver la muralla de Buitrago del Lozoya y alcázar de los Mendoza, en donde recorrimos su historia desde las guerras civiles del siglo XV hasta la del siglo XX pasando por las napoleónicas. En todas ellas, Buitrago tuvo un papel destacado por su situación y por su vinculación a la poderosa casa de los Mendoza, señores de Buitrago desde el siglo XIV por donación de Enrique II. Por Buitrago pasaron personajes de nuestra historia como Juana de Castilla, la hija de Enrique IV, de camino a sus bodas, celebradas a las puertas de una ermita a poca distancia; también Carlos IV y Fernando VII en su camino hacia Francia o Murat y Napoleón con su ejército. Y aquí vivió Íñigo López de Mendoza, el marqués de Santillana, cuando luchaba por recuperar el sitio de Manzanares el Real, perdido en litigios familiares.

Castillo de Buitrago del Lozoya (foto Belén Martínez)
En Buitrago estuvimos guiados por los arqueólogos María José Mendoza y Juanjo Cano, quienes han recuperado parte del patrimonio buitragueño durante años. Con ellos paseamos por la parte accesible de las murallas, que, especialmente en su puerta principal, son imponentes y dan cuenta de la importancia que pudo tener esta villa en el siglo XV. Nos explicaron cómo se diseñaban las defensas medievales y pudimos ver las distintas etapas constructivas de estas fortificaciones. Sus explicaciones nos permitieron comprender mejor la época y la finalidad de las construcciones que se ofrecían ante nosotros como la coracha que protegía el acceso al río desde el castillo.

Coracha de Buitrago (foto Belén Martínez)
El castillo es parte de las fortificaciones de la ciudad. Fue ampliado por el propio marqués de Santillana, quien organizaba allí justas y festejos. Ha perdido mucho del esplendor pasado, aunque todavía impresiona por sus dimensiones y su disposición constructiva. Actualmente se puede ver desde fuera y apreciar su esquema defensivo, de una época en la que ante las armas de fuego estas construcciones empezaban a quedarse anticuadas. Al lado del castillo pudimos ver los restos de un antiguo hospital, también fundado por el marqués de Santillana, del que no queda más que la planta y una portada añadida a un edificio actual construido sobre sus restos. A partir de estos restos y de su trazado se puede apreciar que se trataba de un edificio singular.

Recinto amurallado de Buitrago (foto Rafael Alario)
En Buitrago nos restauramos y repusimos del frío del día con una agradable comida.
Por último, hicimos una visita muy especial en el término de Madrid: las ruinas restauradas del también medieval Castillo de la Alameda. También vinculado a los Mendoza, el marqués de Santillana lo cedió a un cortesano madrileño de la familia Zapata, cuyos descendientes ascendieron en la escala social hasta convertirse en los condes de Barajas. Y con su ascenso se transformó el castillo desde un caserío hasta una fortaleza, primero modesta, luego ampliada y después transformada en una casa de recreo con un jardín en el siglo XVI. Tras la extinción de la familia Zapata, se fue convirtiendo progresivamente en ruina. El castillo ha sido restaurado recientemente, dirigida por Fernando Sáez Lara, quien nos explicó detalladamente sus etapas constructivas, la disposición a lo largo del tiempo y los criterios de conservación adoptados en su musealización.

Castillo de la Alameda (foto María Jesús Cañellas)
Se pueden ver los restos de la torre del homenaje y lienzos de muralla del patio central, así como el foso y una muralla exterior. También quedan en él restos de su utilización militar en la guerra civil de 1936-39, como parte del sistema defensivo republicano.
Y terminamos esta crónica con un diálogo entre los dos poetas que de alguna manera nos han acompañado, y que nos precedieron en esta tierra. En este diálogo fingido, que evoca otros reales que sí mantuvieron, ambos se quejan de los cambios de Fortuna:
| El marqués de Santillana
Pregunto que fue de aquellos que fueron |
Juan de Mena
¿Pues cómo, Fortuna, regir todas cosas |
Julio Usaola García

