Lugar: Mérida (Badajoz)
Fecha: 13 y 14 de abril de 2024
Inscripción: desde 9 de marzo, 09:00 horas, en aman@amigosdelman.es.
Viaje a Mérida
Un fin de semana para disfrutar de la capital de la antigua Lusitania romana, con la visita a los numerosos monumentos emeritenses (teatro, anfiteatro, circo, templo de Diana, foro, arco de Trajano, templo de la calle Holguín …), así como al Museo Nacional de Arte Romano y su Colección Visigoda, con alojamiento en el balneario de Alange, donde podremos visitar las antiguas termas romanas; en la mañana del domingo se visitarán los columbarios, las casas del Mitreo y del Anfiteatro, el acueducto de los Milagros y el embalse romano de Proserpina.
Crónica del viaje a Mérida
Día primaveral extremeño, campos verdes como hacía tiempo que no veíamos, grupo compacto, acompañantes de lujo y una ciudad histórica, bimilenaria, para caminar y disfrutar durante dos días.
Chema Álvarez nos esperaba en la puerta del circo romano, acompañado de Rafael Mesa Hurtado, presidente de la asociación de amigos del Museo Nacional de Arte Romano (y presidente de la FEAM).
Tras las presentaciones, sin perder un minuto, subimos a un mirador desde donde pudimos contemplar el circo mientras el doctor Álvarez nos ilustraba sobre su historia y características: construido en el siglo I d.C., en época de Tiberio, con 440 metrros de longitud y capacidad para 30.000 espectadores, no es sólo el monumento romano de mayor tamaño en Augusta Emérita, sino también uno de los mayores del imperio romano. Por suerte ha podido conservarse la mayor parte de su planta, aunque el graderío esté casi perdido por el inevitable saqueo histórico de materiales de construcción.
Tras un agradable paseo llegamos al anfiteatro, inaugurado el año 8 a.C., y el teatro, el elemento más representativo del Conjunto Monumental de Mérida, que sigue manteniendo su función en la actualidad como sede del Festival de Teatro Clásico.
Se inauguró entre los años 16-15 a.C., siendo el cónsul Marco Agripa el promotor de su construcción. Con capacidad para 6.000 espectadores, durante siglos estuvo soterrado, manteniéndose visibles sólo siete grandes bloques en la parte superior del graderío popularmente conocidos como las Siete Sillas.
De allí nos encaminamos al cercano Museo Nacional de Arte Romano, obra del arquitecto Rafael Moneo e inspirado en construcciones en ladrillo de la propia ciudad de Roma más que en la arquitectura romana lusitana, más granítica. Nos esperaba la directora, la doctora Trinidad Nogales, que nos acompañó en un apresurado recorrido por la cripta, la impresionante nave central y las galerías altas de la exposición, explicándonos la organización y principales colecciones del museo, con llamada incluida al restaurante reservado para el almuerzo para explicarles nuestro retraso…
Tras el breve reposo con una densa comida, iniciamos un lento deambular bajo el sol para conocer el templo de la calle Holguín, con seis columnas en su fachada; los restos del foro municipal (en la calle Sagasta), entre los que destaca el llamado templo de Diana, dedicado al culto imperial, aunque la toponimia histórica le asignara a Diana, con un cúmulo de errores que se repite en todo el casco histórico de la ciudad; el monumental arco de Trajano situado en el cardo máximo, quizás entrada de un segundo foro, “provincial”; la Colección Visigoda, en la iglesia de Santa Clara, sede inicial del Museo de Mérida en el siglo XIX; la alcazaba, quizás la más antigua fortificación musulmana de la península, con su magnífico aljige; y el “puente romano”, que recorrimos acompañados de la algarabía de una carrera popular. La mayor parte de este recorrido lo hicimos todavía acompañados todavía por Chema y Trini, además de Agustín Velázquez, conservador del MNAR que sería nuestro guía en el resto del viaje.
Para el reposo nocturno elegimos el hotel Aqualange, en la cercana localidad de Alange, cuyo balneario está situado junto a unas termas romanas que pudimos visitar a última hora de la tarde, con gran pena de no poder darnos un baño reparador.
El domingo, con fuerzas renovadas, y acompañados de nuevo por Agustín Velázquez, visitamos la casa del Mitreo, espléndida domus extramuros con tres patios, utilizada durante varios siglos desde su construcción a finales del siglo I d.C., y con uno de los mejores mosaicos emeritenses (“Cosmológico”); los Columbarios, con los mausoleos de las familias de los Julios y los Voconios, donde se ha instado un pequeño centro de interpretación sobre las prácticas funerarias romanas; y la Casa del Anfiteatro recientemente restaurada, que a pesar de su nombre recoge un área del trazado urbano con restos de varias casas, un mausoleo, un lienzo de muralla, y un fragmento del acuedudcto de San Lázaro (todavía operativo) con una torre de decantación. Sobre las casas se construyó en el siglo IV una necrópolis en uno de cuyos mausoleos se encontró el famoso dintel que ofrece por primera vez los nombers de los dos ríos emeritenses: Anas (Guadiana) y Barraeca (Albarregas).
Tras una visita panorámica del acueducto de los Milagros, en el valle del Albarregas, que traía el agua del embalse de Proserpina, visitamos el propio embalse, prácticamente lleno tras las lluvias de los últimos días, lo que nos permitió comprobar la eficacia de la ingeniería romana.
Desde allí iniciamos el camino de vuelta, agradeciendo enormemente su colaboración a nuestros guías, y conscientes de haber necesitado algún día más para revisar todo el patrimonio histórico de la ciudad de Mérida.